Antes de iniciar el entrenamiento en Mêtha, aparecieron un montón de preguntas respecto a ¿Cómo?, ¿Cuándo?, ¿Para qué? y ¿Por qué?. Como soy de Cuenca, a 500 kilómetros de Quito, pensaba no sólo en los detalles y logística respecto a viajes, estadía y gastos, sino también a rodearme de desconocidos y salir de mi zona de confort. ¡Qué susto! pero tomé coraje y lo hice.
Al principio me sentí como pez fuera del agua, me faltaban el aire y las agallas; pero luego, con cariño y paciencia, aquellos extraños se convirtieron en familia y así pude hacer y lograr cosas que jamás en la vida hubiera siquiera imaginado. Risas y llantos, enojos y abrazos, sustos y seguridad, caídas y levantadas, fueron algunos sentimientos que salieron a flor de piel; pero lo que más aprendí en esta experiencia de vida, es tener valor, confianza y fe en mi misma, sentimientos que me acompañan en cada uno de mis días.
Gracias Mêtha, gracias Tribu Linces, gracias amigos-hermanos, los llevo en mi corazón.